jueves, 6 de octubre de 2011

"VOLVER A EMPEZAR"(CUENTO)


“VOLVER A EMPEZAR”

Se esconde el lucero en el cielo, se vislumbra la línea del amanecer, se prende la luz de la vieja casa de campo.
El hombre, casi vencido por los años, atiza el fuego poniendo la pava para tomar sus amargos. La casa huele a leños, a pan fresco.
Rompe el silencio el canto del gallo anunciando un nuevo día.
Sus manos toscas por el trabajo, acarician el mate y sus ojos como buscando por dentro, en los más profundo de esa tristeza, que surcó su rostro de tantas arrugas, que los años implacables van llegando sin que uno los pueda detener.
Mira la mesa de rústica madera, las paredes descascarada, que en algún tiempo fueron testigo de risas y llantos de niño, de unas manos blancas como palomas poniendo el mantel, llamando a almorzar; abrirse esa puerta y la voz del hijo llamando ¡Papá!. Y dando un suspiro, como un lamento, su rostro mojado intentó secar.
Al palenque atado su viejo caballo, relincha al verlo acercarse, su mano callosa acaricia su lomo, mientras el arado le ata por detrás y guiando a la bestia sale campo adentro, surcando la tierra.
Con su mano, seca su frente húmeda, acomoda su sombrero y achicando los ojos buscando el más allá del camino, una vez y muchas más.
Un día cualquiera, de esos que nadie sabe por qué, la polvareda lo dejó sin aliento; su corazón latía con fuerza. ¿Será mi hijo?, se  preguntó para dentro, y dejó el arado y corrió a la casa.
Cuando de pronto, el automóvil se detuvo en su tranquera y bajó un señor peinando canas y un mozo de unos veinte quizás.
¡Papá!... ¡Abuelo!, a dúo saludaron al viejo, que con pasos largos corrió a abrazarlos.
¡Por fin!, se hizo tan larga la espera, que pensé que nunca volvería a tenerlos. Pasen hijos... pasen.
Atizando el fuego con manos temblorosas, no los dejaba de mirar, un surco de lágrimas mojaban su rostro.
El hijo se acerca, ¿Qué pasa papá?... Ya sé, pasó mucho tiempo.
¡No hijo mío!,  si hay un reproche me lo hago yo, día tras día, por no haber tenido tiempo cuando eras niño. Salía con la tropilla y por semanas no podía regresar... la vida es dura a veces. Pero el dinero era para poder progresar, para que cuando mozo, pudieses estudiar, para traer la semilla que convertida en trigo sería tu pan.
Y cuando tuve todo el tiempo, tu ya no estabas. Pero quiero que sepas que por distancias, siempre te he de amar, que soy el amigo que puedes contar.
No pude contarte cuentos cuando te ibas a acostar; eso es lo que me anuda la garganta y me hace llorar...
¡Oh, será que estoy viejo!, y no sé como remediar.
El nieto en silencio, miraba la escena y también en su pecho había un llanto de tiempos a destiempos, pero que tal vez pudiera cambiar.
Cómo decirle al abuelo... papá tampoco tuvo tiempo, te devora la gran ciudad; pagar la escuela, los libros, la luz, gas y todo lo demás, te devoran las presiones y por todo eso lo metí en el auto y aquí está.
Escuche abuelo, aquí no hay reproches... ni los habrá.
Sabe, estudio agronomía, cosas de campo que me tendrá que enseñar; a surcar la tierra, plantar semillas que nos darán el pan.
Y abrazando al nieto, se echó a llorar. No me digas muchacho, que voy a servirle de algo a esta edad.
Sí abuelo, siempre, el tiempo valioso de su experiencia, de su amor. ¡Hoy no sabe cuánto aprendí!
Y abrazó al padre y le pidió perdón... perdón por quitarte tu tiempo. Me diste lo más valioso y yo desconforme me entristecía y hasta lo confundía con falta de amor, pero gracias al tiempo, al esfuerzo de ustedes, soy lo que soy. Sino, no hubiese llegado hasta aquí.
Y otra vez el abuelo pudo sonreír y ser maestro, guía de ese muchacho que con alegría sembró la tierra.
Y ya no era tan largo el camino a la ciudad, su padre vendría de tanto en tanto a tomar un descanso y poderlos disfrutar.
Y después de todo, encontraron el tiempo para comprender, para amar, se necesitaron uno al otro.
Busquen siempre un pequeño motivo para escucharse, para amarse...
Si escuchaste éste cuento y te lo contó tu papá, abrázalo, míralo a los ojos... todo su esfuerzo, todo el tiempo te lo da a raudales, aunque a veces sean pocas las horas que  a tu lado pueda estar.


          
  
Vuelve a empezar, siempre estás a tiempo
Ocaso de la vida convertidla en primavera
Llena la vida de los viejos en tiempo de felicidad
Vale la pena dar un poco de tu tiempo
Explora dentro de ti y da lo que no recibiste
Riega el mundo de amor y cosecharás amor.

Ama sin límites, sin esperar nada.

Éxtasis que  sentirás cuando hayas dado lo mejor de ti
Mañanas de campo junto a tu abuelo
Padre que te brindará hoy su tiempo
Empezar no fue en vano
Zorzal que te despierta por las mañanas
Amanecer tomando mate junto al abuelo
Reiremos juntos, abrazados, empezando otra vez.

Azul
Alicia M. Moreno
                                                                                                              


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