Hay veces que creo no ser yo misma, pero sí, no puedo ser de otra manera. Es un vicio juntar espíritus por donde paso y nada es indiferente a mi corazón.
En las viejas casonas de San Isidro hay historias diversas, de tanto en tanto queda vacía alguna de ellas. En una sacaron a la basura viejos macetones hechos a mano, artesanales, de algún gringo de manos rústicas. Estoy segura que tienen más de medio siglo, traje uno a mí casa y luce bello otra vez, no renové su pintura, se mantendrá igual.
La otra casona, eso si me dolió, todos los días veíamos a la viejita en su inmenso jardín; triste estaba cuando nos contó que su hijo vendió la casona, sólo quedaban ella y los recuerdos de las risas de los niños de su juventud, plasmada en los espejos que hoy le devolvían su imagen temblorosa y su paso lento.
La encontré cerrando las rejas con los ojos llenos de lágrimas mirando el jardín, sus plantas, el canto de los pájaros en sus mañanas. -Déme una planta, le dije, cualquiera- Ella arrancó una mata de hortensias y cerró esas rejas como el gran capitulo de su vida. Yo planté la hortensia en esa maceta rustica y floreció hermosa, cargada de historias, como alguien me recordará en ellas cuando ya no esté y abran esta mochila donde guardé mi alma y mi espíritu, estará junto a tantos otros que me rodearon siempre.
Alicia M. Moreno
2006…
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