En el pasillo se esperaba, con ansiedad y miedo. Entró la camilla, presurosos los médicos, solo veía el bulto de aquel vientre, guardando la ansiedad de todos. La espera por la vida, el pensar de cada uno en la incertidumbre que agilizaba el latido de los corazones.
Todos pensamos en la vida, pero ocultamente en la muerte, que acompaña la vida desde el óvulo; donde comienza el latir de ese pequeño corazón. El reloj giró sus agujas marcando la hora exacta del nacimiento, la vida ganando la batalla, al instante de descubrir el mundo fuera del útero. Y la muerte pequeña y solitaria comenzará a vivir atrapada a esa vida, los designios del tiempo pasan sigilosos. Nadie en ella repara, pero le temen, va de la mano siempre y un día por desgracia o accidente, culpan a la muerte. No, ella también se fue sola, oculta, triste, junto a la vida que la llevaba de su mano.
Y si llegaran a la vejez, ella nos acompaña siempre; lloró y sufrió oculta tras la vida, que cansada ya de los años suelta su mano y deja a la muerte sola, triste, desvalida. Es nuestra alma gemela a la que nadie quiere, nadie mima pero vive a nuestro lado, con nuestro mismo rostro y el mismo corazón.
Hoy hablé contigo, suelta la mano de mi padre, te lo ruego, ya es hora de partir…
Alicia M. Moreno
2009..
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